Acoso escolar

Cuando por primera vez, siendo muy joven, escuché hablar de depresión, precisamente a una amiga que decía padecerla, al tiempo de comentar que “ése es un mal de ricos”, que “los pobres no se deprimen”, jamás pensé que un día la depresión se convertiría en la condición generalizada, el estado normal, de los dominicanos, particularmente de los nuevos pobres, ésos con los que el gobierno prometió acabar y, efectivamente, está cumpliendo su promesa a carta cabal. Sobre la violencia doméstica, siempre se habló en voz baja. Ahora es el pan nuestro de cada día, varias veces al día, y como país, no tenemos solución ni paliativo a un problema tan abrumador. Hemos “progresado” tanto, que en 2012 llegamos al tema del presupuesto para la educación, el precario 4% del PIB que manda la ley y que no se cumple (que no hay dinero no es excusa: primero, se trata de un por ciento de la suma que sea y, segundo, el dispendio en todo lo innecesario y lesivo no es falta de fondos lo que indica). Estamos en un punto en que no hay recursos que resuelvan el estado de deterioro del sistema educativo. La depresión, la violencia doméstica y la falta de cumplimiento a la ley que asigna el 4% del PIB para la educación son tres factores determinantes en un serio padecimiento de nuestros menores: el acoso escolar. Dice acosoescolar.com que “el acoso escolar consiste en un continuado y deliberado maltrato verbal o modal que recibe un niño por parte de otro u otros, que se comportan con él cruelmente con el objeto de someterlo, amilanarlo, intimidarlo, amenazarlo u obtener algo mediante chantaje, y que atenta contra la dignidad del niño y sus derechos fundamentales”. También presenta una lista de conductas que permiten determinar la ocurrencia del acoso escolar, a saber, si: le chillan o gritan; se meten con él (ella) por su forma de ser; se burlan de su apariencia física; lo/la acusan de cosas que no ha dicho ni hecho; cuentan mentiras sobre él/ella; lo/la insultan; se ríen de él/ella cuando se equivoca; no le hablan; no lo/la dejan hablar; lo/la llaman por motes que no le agradan; lo/la amenazan con pegarle; lo/la empujan. En una sociedad como ésta, caracterizada por el desamparo a todos los niveles, más la desaforada competencia entre los padres por la vida social de sus proles, sin importarles la calidad de la educación, más la incapacidad y la insatisfacción de los maestros y las maestras, ¿qué puede hacer un/a escolar acosado/a? Así andan las cosas para los hombres y las mujeres del futuro.

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