Me resisto a creerlo

Cuando termina una jornada de lo que sea, en este caso la campaña electoral, independientemente de los resultados, los participantes tienden a pasar revista y a detenerse en los puntos que pudieron haber sido y no fueron, o que no debieron haber sido y fueron. Para gente como yo, que se metió en campaña en busca de nada que no fuera sacar el PLD siquiera del poder ejecutivo, bueno, y apoyar a quien profeso cariño y gratitud, mi amigo Hipólito, son muchos los instantes de choque ante hechos que no entendemos ni aceptamos y que siempre terminamos convencidos de que se debe a nuestra falta de fogueo político. Pero hay irresponsabilidades innegables, no pocas sinvergüencerías, e incluso falta de decencia, lealtad y honestidad por todas partes. Ahora, cuando leo que también hay indicios que de pudo haber dolo en el manejo de las finanzas, me quiero caer muerta de indignación. Sí, porque del mismo modo en que el candidato, “asertivamente” dice que tuvo que usar parte de los fondos y contribuciones de campaña para evitar el embargo de propiedades hipotecadas de su partido, muchas personas, entre las que me incluyo, sin tener en qué caernos muertas, además de reducir nuestra producción a casi nada, molestamos a todos nuestros relacionados para resolver problemas de una forma u otra económicos a las diferentes comisiones a las que nos integramos. Amigos y amigas a quienes nunca molestaría para necesidades mías, quedaron sin tregua ni respiro de mi parte durante la campaña. Amigos y amigas que de ninguna manera me regalarían algunas de sus valiosas pertenencias, con todo el gusto las cedieron para que las convirtieran en dinero necesario para gastos operativos. De todas las rifas o taquillas de entrada, las que no pude vender o no me pagaron, las pagué de mis precarios ingresos, pero además llevé “mi equipo” a todas las actividades. Me resisto a creer que, a estas alturas del campeonato, esos hombres y mujeres de los cuales conozco a muchos de toda la vida y que tanto me alegré de reencontrar o acabar de conocer, especialmente en una causa común, nos hayan puesto a botar el bofe y, por supuesto, a hacernos sentir culpables si no se lograban los objetivos, mientras se embolsillaban el dinero o se apropiaban de las donaciones. Ya fue bastante duro que dejaran de saludar cuando empezaron a heder a ministros, que ni una sola vez nos dieran las gracias. Pero que se hayan beneficiado personalmente de los demás y de lo institucional… no, no puede ser. Incluyan eso en el informe.

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