Insaciables
Les cuento que después de una batalla de meses tratando de cobrar una
porquería de cheque como pago a una traducción realizada al Ministerio de
Administración Pública, hoy me llamaron, que fuera a buscar el cheque.
No teniendo a quién mandar, fui personalmente. Bueno, me pasaron una hoja
para que pusiera mi nombre y mi número de cédula como constancia de que había
recibido el cheque. Mientras cumplía con ese requisito, les advertí que si,
como antes, iba a tener que hacer el tour de las agencias del banco para que me
lo cambiaran porque le faltaba un rabo a la firma, saldríamos en todos los
periódicos.
Amablemente, me respondieron que esperaban que no hubiera necesidad. Pero,
cuando miro el cheque, el monto era por 16 mil y pico de pesos menos. Cuando pregunto,
me responden con naturalidad que “ahora estamos cobrando el ITBIS”. Y ahí mismo
les dejé su cheque, diciéndoles ladrones en todos los tonos. Me fui, y me
devolví a borrar mi nombre en la hoja de constancia de recibo.
O sea, todos pagamos el 10% de lo que ganamos y el 18% de lo que gastamos.
Y ahora también tenemos que cargar con el 18% que toca a quien contrata el
servicio. ¡Mierda para ellos! Que se metan el cheque por donde mejor les quepa
(y se lo dije).
Mientras regresaba a mi casa, recordé la cantidad de conocidos que me han
hecho historias de pagos que les salen “mochos” y nunca puse demasiada atención
a los conceptos de esos descuentos, porque me irrita, no se imaginan cómo y
cuánto, cada vez que dicen: “y yo lo cogí así, para salir de eso”.
Yo no. No me da la gana de regalar 16 mil y pico de pesos a una
administración estatal que ya me lo ha robado todo, incluyendo mi fuerza de
trabajo, mis derechos civiles, mi paz; que me ha puesto a coger prestado, a
atrasarme en mis compromisos, a reducir mi ya reducidísimo estilo de vida, a
pedir ayudas, a mal pasar, encima padeciendo la indiferencia y la falta de
solidaridad de casi todas las personas con quienes contaba y hasta cogiendo
boches de personas llamadas a, por lo menos, consolarme.
Quiero que sepan que, hace unos años, pretendiendo cobrar mis gastos de
regreso del servicio exterior, el incalificable Bengoa me mandó a sacar de su
despacho con un guardia, y no me pagó porque eso era prerrogativa suya y no le
daba la gana.
Hoy no me sacaron con un guardia, pero el guardia no me perdió ni pie ni
pisada mientras estuve ahí. Lo ignoré todo el tiempo. Me pregunto cuál era su
plan conmigo, qué instrucciones tenía.
Señores, de aquí hay que irse y pronto. Cualquier día de éstos ni nos dejarán
salir de aquí. A partir de ahora, todos mis pasos irán en esa dirección. Porque
el gusto de suicidarme no se lo doy. Pero así no sigo. Esto es indigno. Y parece
que la única inconforme soy yo.
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