Un toque de distinción

Además de todo lo que representa el cambio que viene en los próximos días, (ver programa de gobierno en prm.org.do), hay detalles que pueden lucir insignificantes, pero no dejan de sumar entusiasmo. 

Los seguros ganadores de las elecciones, en las tres boletas, al menos en las de la capital, son hombres y mujeres de mucho mejor presencia, de indiscutible mejor educación, y sin hambre atrasada. 

Compárenlos. Díganme si Danilo y Cándida se pueden parar al lado de Luis y Raquel, si emanan la misma vibra. Díganme si Margarita y Leonel se pueden comparar con Carolina y Juan, si proyectan la misma imagen. Díganme si Roberto se ve igual que David. ¡Alberto no se pone como un loco de ojos desorbitados como Reynaldo! Pensemos en sus historias personales y familiares. Sólo un poquito.

Estamos hablando de hombres y mujeres que, por la importancia de las posiciones que hoy ocupan los unos y mañana ocuparán los otros, salen todos los días en los medios de comunicación, de manera que resultará un gran alivio dejar de ver esas figuras sin presencia ni dominio escénico y empezar a ver otras que, encima de ese refresco en el desierto que será el cambio en la administración de los poderes, pondrán un toque de distinción en las páginas de periódicos y revistas, en las pantallas de los televisores y en las ondas radiales. Sí, porque hasta el uso del lenguaje y la modulación de sus voces es diferente.

No es solamente otro aspecto físico, también es otro estilo de vida, son otros modales, otra forma de tratar a las personas, otro pensar, hablar y actuar en términos del Estado y lo que éste significa.

Si a ver vamos, aunque nuestros candidatos no son pobres, no lo han sido nunca, las fortunas que puedan tener sus respectivas familias, que conoceremos en detalle cuando cumplan con el mandato de presentar sus declaraciones juradas, no alcanzarán nunca a las de los candidatos reeleccionistas, a todas luces obtenidas durante su extremadamente largo paso por el poder. Hasta Pepín Corripio, de innegable simpatía morada, declaró que las fortunas de los funcionarios peledeístas exceden por mucho a la acumulada por su familia en cien años de trabajo continuo y, está a la vista, exitoso.

Los próximos presidente y vice-presidenta de la república, alcalde y senador del Distrito, no están esperando por horas el acceso al poder para vivir mejor, para descubrir que existe otra vida llena de privilegios, incluso sin abusar. No llegarán en chancletas. Hace rato que tienen sus yipetas. Tienen de qué vivir, y vivir bien.

Nuestros candidatos no han generado la menor sospecha de desprecio por la gente. Tampoco nuestros líderes y dirigentes. ¿Doña Ivelisse se expresa como Ligia Amada? ¡No! ¿Milagros proyecta la misma imagen que Alejandrina? ¡No! ¿Fulcar tiene la misma reputación que Francisco Javier? ¡No! Sigan por ahí, que la lista no se acaba, mucho menos las diferencias.

Los peledeístas odian a los ricos por resentimiento, porque con todo el dinero adquirido no han conseguido aceptación en la clase alta; y odian a los pobres, principalmente por la sacudida que les causa recordar sus orígenes y porque pueden provocarles ráfagas de sentimientos de culpa: saben cómo les han empeorado la vida. No menciono la clase media porque el PLD la desapareció por completo. Pero no vayamos más lejos: los peledeístas se odian entre sí. Son el odio hecho gente (en algunos casos, gentuza).

Nunca tan claro como ahora que el dinero no es lo que distingue a las personas. Las personas se distinguen por su educación, la educación del hogar. Como nadie puede dar lo que no tiene, así de mal educados y peores vienen subiendo muchos de sus descendientes.

Pero, tranquilos. Estamos a tiro de hit. Y, por si fuera poca la dicha que nos espera, a Roberto el de la Junta, nuevo rico, "maluevei" (malo de ver, muy feo) y súper desclasado, también lo perderemos de vista a partir de agosto.

¡Hasta la ya muy cercana victoria!

Comentarios

cibercosette ha dicho que…
No quería decirlo pero las clases son las clases, y el recreo es el recreo. Los gobiernos del PLD nos han salpicado con el lodo de todas las inmundicias, de los peores males que afectan la sociedad. ¡Basta ya!

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