Sentimientos encontrados

Estar en pie de lucha a estas alturas del campeonato, es decir, en esta etapa de la vida, produce sentimientos encontrados. Somos muchos los que llevamos 50 años y más, que sólo nos conocemos de coincidir en actividades de protesta. Por un lado, nos alegramos de vernos, por el otro, nos reforzamos el ánimo ya que no hay nada más desmoralizador que saber de tantos y tantos indiferentes a los males que nos afectan a todos por igual, peor, esperando que otros resolvamos para ellos también disfrutar de la esperada y más que merecida tranquilidad y, los "más peores", pesimistas que no escatiman ocasión de desanimarnos, de señalar la esterilidad del intento, el desperdicio de tiempo, espacio y energía.

La Patria es de todos. La han saqueado y endeudado de una manera alucinante. En estos momentos, el espíritu de lucha requiere de otras fuerzas, ya que, aparte de la magnitud de los hechos que nos han empujado a las calles, sus actores son nada más y nada menos que quienes fueron nuestros compañeros de luchas juveniles, con quienes fuimos más que solidarios recogiéndoles hambre y vergüenza, a quienes apoyamos sin condiciones en lo que creímos su causa, nuestra causa común. Duele. Duele mucho.

Nadie que haya participado en aquellas jornadas, que nos exponían pero nos gratificaban tanto, podía imaginar que esos muchachos y no pocas muchachas se convertirían en lo que son hoy, que harían del país lo que han hecho, con tanto desparpajo y sin la menor inclinación a darnos explicaciones, ni la menos disposición a pagar las consecuencias.

Juran que les tenemos envidia. De lo que pueden estar seguros es de que no sentimos la menor piedad por ellos, que queremos que nos devuelvan hasta el último centavo que nos han robado, y que no estamos dispuestos a que hasta nuestros tataranietos paguen las deudas en las que nos han comprometido inconsultamente. Lo que sentimos por ellos es asco, mucho desprecio, el mayor repudio. Y mientras nos quede un hálito de vida estaremos en las calles reclamando la devolución y el castigo.

Es una verdadera lástima que el llamado cuarto poder no esté desplegando en su justa dimensión las manifestaciones populares. Se les olvidó que todo pasa y que el PLD también va a pasar, entonces esa institución, la prensa, quedará tan desacreditada como el gobierno mismo. Felizmente, nos quedan las redes sociales, que por más que las espíen, por más que los interactivos molesten, cumplen con el rol de informar y motivar a los ciudadanos indignados que, para satisfacción de todos, son cada vez más.

No sé en qué terminará todo esto, cuál será el alcance final. Nunca se podrá resarcir todo el mal que ha hecho al país la siete veces maldita plaga morada, principalmente a la juventud de todos los estratos; nunca nos curaremos de las terribles sensaciones que nos han provocado sus insaciables y despiadadas acciones. Mientras, quedamos con la paz que produce el deber cumplido, sabemos que por más que lo disimulen, esos que se creen señores feudales saben que se les está moviendo el piso y que el mundo entero está al tanto de sus atrocidades.

Ya la pava no pone donde ponía. O nos devuelven los cuartos o aquí se va a pelear. Deben regresar a esa pobreza de la que nunca debieron salir. Y ser privados de toda libertad hasta que se mueran. Devolución o revolución. ¡Basta ya!

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