Más fuertes que el odio


En nuestro país, todo es muy peculiar. El aborto de las elecciones municipales de febrero pasado causó que saliéramos a votar, un mes más tarde, con un aviso de pandemia.
Dos o tres días después, entramos en cuarentena. De repente, se paralizó la vida. Caímos en un estado de incertidumbre del que, a esta fecha, no hemos salido. Todos los días son iguales. La Semana Santa pasó por debajo de la mesa. El fin de semana largo del Día del Trabajo ni se sintió.
Las cosas se alborotaron cuando, en abril, tomaron posesión las autoridades municipales que ganaron las elecciones de marzo y, en los lugares donde el partido de gobierno perdió, esas nuevas autoridades fueron objeto de las más agresivas bienvenidas.
Hubo de todo, incluyendo una increíble escena de realismo mágico en Puerto Plata, a nivel de un peregrino y la tanta gente que salió de su casa a seguirlo creyendo que iban a repartir alimentos.
En el Gran Santo Domingo, respiramos un humo tan molesto como dañino que, misteriosamente, afecta a tres de los cuatro municipios, casualmente, los tres en los que el PLD no ganó. Para más llamar la atención, es precisamente el único alcalde morado ganador en el territorio de la capital quien administra el vertedero que se incendió hace un mes y no ha habido forma de apagarlo.
El comportamiento del ministro de Salud Pública, por un lado, y del candidato presidencial peledeísta, por otro lado, los dos al servicio incondicional del presidente de la república, requerirá de especialistas del más alto nivel para que sea explicado de manera que se pueda medianamente entender, porque no hay forma de justificarlo.
Si algo se puede agradecer a toda esta desgracia de origen morado es la encuerada que se han acabado de dar mientras estamos en confinamiento por la pandemia, que nos ha permitido reconfirmar qué clase de gente administra nuestro Estado.  
Todos los dominicanos, contando desde la generación que nos precede, y que estamos vivos al día de hoy, pasamos por una dictadura, no sé cuántos gobiernos y golpes de Estado hasta el 65, Balaguer del 66 al 78, dos gobiernos consecutivos del PRD del 78 al 86, Balaguer otra vez del 86 al 96, el PLD del 96 al 2000, el PRD del 2000 al 2004, el PLD de 2004 a la fecha, ¡y no nos hemos muerto!
También pasamos el ciclón David, la tormenta Federico pocos días después, el ciclón George, del que se nos aseguró oficialmente que no entraría, muchos otros ciclones, una riada, temblores de tierra, deforestaciones, sequías, y siempre sobrevivimos y recomenzamos.
Nos tocó el «crecimiento y dizque desarrollo urbano» en más de una ocasión, cada vez menos planificado, más costoso, más incómodo, más perjudicial, y aquí estamos.
Llevamos más de cincuenta años con los malditos problemas de la luz y el agua, más las estafas de los demás servicios públicos, y tampoco eso nos ha matado.
Vivimos en la inseguridad, en el desamparo, en el abuso del poder, en la violencia policial, en la ilegalidad del sistema. Pero seguimos aquí, al pie del cañón.
No es el virus del momento que acabará con nosotros. El PLD tampoco, aunque reconocemos que «nos ha sacado lo malo». Llegaron al poder para mantenernos irritados, indignados, y es innegable que lo han conseguido.
Hasta la ciruela pasa. El PLD también va a pasar. Ya les quitamos buena parte del poder municipal y muy pronto les arrebataremos los poderes ejecutivo y legislativo, lo cual repercutirá en el poder judicial.
Subestimaron nuestra resistencia. Somos más fuertes que el odio. Costó mucho llegar hasta aquí, pero #SeVan.

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