Desahogos (en vano intento de no explotar)

I

Acabo de llegar a casa de Viamar, donde pasé algo más de tres horas ¡para un cambio de aceite y filtro y un cambio de baterías!, algo que en cualquier otro sitio habría durado, a lo sumo, media hora. Los precios, más del doble que en cualquier otro sitio. Y eso, que el servicio, obligatorio para el cliente, está basado en la garantía del vehículo.

Sin ni remotamente consultar, cobran los forros desechables de asiento y volante que usan para proteger a sus empleados de nuestras bacterias. Los clientes, además de pagar a sus precios y a sus horas, también hacemos la mensajería interna. Nos mandan, nada amables, a llevar y traer papeles, a sentarnos en tal sitio, a no molestarlos mientras esperamos todo el tiempo que ellos quieran para pagar todo el dinero que les da la gana de cobrarnos.

Cuando creemos que nos vamos y que olvidaremos todo lo desagradable que allí ocurre, falta la despedida: revisan los carros por todas partes para asegurar que no nos llevamos nada. O sea, también somos nosotros, los clientes, sospechosos de robo. Es un atropello.

El día que solo en Viamar vendan carros, me quedaré a pie para siempre.

II

Un vecino, señor mayor que vive en la calle de atrás de mi casa, se ha dado a la tarea de entablar amistad con mis perros, pararse a hablar con ellos ¡y darles dulces! No sé cómo se llama el hombre, pero sé donde vive. Pasa varias veces al día y, aunque yo esté sentada al alcance de su vista, no me saluda.

Le he llamado la atención varias veces. No tengo esos perros para que contemporicen con todo el que pasa. No entiendo por qué él, ni nadie, tiene que venir a traer dulces a perros ajenos, con cuyas dueñas no se trata. No sé para qué quiere que los perros confíen en él.

Ayer se encontró con mi hija y le preguntó sobre su empleo anterior, o que si era yo la que trabajaba en ese lugar de donde ella salió en situación de grave peligro, no de perder la vida (no habría sido la primera), pero sí de perder toda posibilidad de ejercer su carrera. Todo porque se negó a cambiar unos datos en un informe.

El jefe de ese pasado lugar de trabajo vive en la misma calle que nosotras, de manera que bien puede conocer al hombre que dedica tanto tiempo a perros ajenos, con cuyas dueñas no tiene la menor relación. Y estoy hablando de gente que ha demostrado ser capaz de absolutamente cualquier cosa.

No hago nada con reportarlo a la Junta de Vecinos más inútil de la bolita del mundo. No encontraré protección de las autoridades. Estoy hablando de militares de alto rango y soy enemiga pública del gobierno morado.

Ahora estoy paranoica.




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