Inauguración

Llama la atención el afán del gobierno por las ceremonias de inauguración. Es decir, su afán no es construir las obras, ni terminarlas. Tampoco interesa para qué sirven exactamente, si algún día llegan a servir, y le importa un rábano podrido cómo afectan la vida de quienes llegamos primero al lugar y su entorno. Sólo importa inaugurarlas. Es un delirio tan grande que, para no carecer de inauguraciones, se han dedicado a inaugurar las obras por tramos (“por partes”, como Jack el Destripador). Por si les faltara algo, la prensa les hace el juego.

Parece que ni’an así se conforman. Ya era demasiado ridícula la pompa para apenas inaugurar el tramo de giro a la izquierda de la Ortega y Gasset con 27 de febrero, de manera que no hay palabra para calificar el hecho de que, de ese tramo, sólo inauguraron ¡un carril! ¿Es locos que están?

Sólo quienes vivimos en el área sabemos lo que eso ha costado en molestias, cómo ha empeorado la ya precaria calidad de nuestras vidas, puesto que asfaltaron las calles sin tomar en cuenta las lluvias, y no hicieron alcantarillas, ni drenajes pluviales, ni una triste canaleta para que el agua no se apozara, de manera que nuestras pertenencias nadan dentro de las casas y los apartamentos a la menor llovizna, no hablemos de la basura que el agua trae.

Y lo del día de la inauguración es para echarse a llorar. ¡Qué aparataje de seguridad para proteger a un solo ciudadano de diez millones de ciudadanos y ciudadanas completamente desprotegidos/as! ¡Cuánto atropello a quienes, inconsultamente, les pagamos a todos ellos, no sabemos exactamente cuánto, ni mucho menos para qué!

Me gustaría saber para qué trajeron tanta gente pobre en guaguas y los jartaron de pica-pollo. Es mucha humillación para esos marginados, y demasiada basura para quienes residimos en la zona, que también fuimos desconsiderados, ya que no podíamos salir de nuestras viviendas y quienes estaban fuera no podían regresar. Los efectivos de seguridad, como en los mejores tiempos de Balaguer, queriendo comerse viva a la gente, como si nosotros, que los mantenemos a todo dar a expensas de nuestra precaria economía doméstica, representáramos una amenaza para ellos, para el país y para el resto del mundo.

En serio, estoy por creer que se han vuelto locos, que se les soltaron todos los alambritos, porque ni cuando Trujillo se vio eso. Todos los gobiernos tratan mal a sus enemigos, pero no recuerdo que ningún gobierno tratara a toda la población como un enemigo peligroso. Sólo éste.

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