El siglo 21

El Partido de la Liberación Dominicana, que se distinguía por el respeto que sus militantes infundían en la población por su disciplina, su entereza, su capacidad de resistir la ausencia total de oportunidades, la paciencia con la que se detenían a explicar a cualquiera cómo debían ser las cosas, la naturalidad con la que de ninguna manera aceptaban nada sin dar algo a cambio, así fuera un ejemplar de Vanguardia o un boleto de rifa o espectáculo, ese mismo partido, con ni más ni menos las mismas personas, en pleno siglo 21, ha llevado este país a una situación prácticamente irremediable.

Sí, porque la parte económica algún día más bien lejano, se podrá recuperar. El ejercicio político ha retrocedido demasiado, se ha alejado mucho del estilo de estos tiempos. Pero donde no sabemos por dónde empezar cuando podamos rehabilitarnos es en lo social, lo moral. Ya les no queda forma de denigrarnos.

En el siglo 21, los peledeístas se han convertido en señores feudales y no admiten que ignoremos hasta qué punto somos sus esclavos. Los más recientes latigazos los hemos recibido en una sola semana, primero (porque dejaré para otro día la entrevista al hijo de Leonel) con el manejo del caso de la UASD y las tesis plagiadas, y luego, en un solo día, el apresamiento de dirigentes del PRD en Santiago y el escándalo del periódico digital que precisamente se llama elsiglo21.com.

Ni siquiera voy a referirme a la libertad de prensa, porque en realidad los hechos no se deben por completo a ese derecho. Lo que me dará brega perdonar algún día al gobierno morado es que haya convertido esta ciudad en una olla de presión, que hayan puesto a toda la población en un estado de alerta, todo el mundo dispuesto a tirarse a la calle ¡a pelear por Guillermo Gómez! Lo convirtieron en héroe y mártir.

De paso, nos enseñaron el valor de una preposición. No es lo mismo espiar, denunciar, chivatear para el PLD - que no sé de dónde saca que tiene la exclusividad - que espiar, denunciar, chivatear del PLD. El mensaje quedó clarito: prohibido tocarlos, prohibido desnudarlos. Y estamos viendo de qué son capaces, hasta dónde se atreven a llegar, en 2012.

Trujillo guardaba las apariencias. Balaguer nunca perdió tiempo en desvincularse de los atropellos y hechos de sangre. Aparentemente, tanto uno como el otro intentaron cuidar su derecho al buen nombre. Pero a Leonel no le importa. Cree que no debe explicaciones al pueblo que inconsulta e involuntariamente lo mantiene como nunca soñó que pudiera vivir.

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