¿Qué importa?

Uno de los rasgos más desagradables de los peledeístas es que siempre andan por los ramos. Tiendo a creer que todas las versiones que se han dado sobre los famosos documentos de las cuentas de Margarita podrían ser ciertas.

Que salieran de un ordenador de una empresa propiedad de peledeístas; que ese ordenador fuera hackeado; que los documentos fueran a dar a las manos de una comisión de alto nivel del PRD que a su vez los pasara al comentarista de Santiago, quien antes de decidir aceptarlos y divulgarlos preguntara por qué no se los daban a Zutano o Mengano; y cualquier cosa que se haya o no se haya dicho. Todo puede ser verdad.

La pregunta es ¿qué importa? Lo que importa a todos y cada uno de los dominicanos es que se aclare la denuncia, pero no con subterfugios ni con hipótesis. Tenemos todo el derecho de saber qué ocurre con nuestro dinero, con el último de nuestros pesos.

Nada nos haría más felices, nada nos daría más paz que saber que los tantos miles de millones de pesos, dólares, euros y demás monedas que hemos generado y en las que nos hemos endeudado han sido debidamente utilizados, que los funcionarios son incapaces de aprovecharse de sus posiciones, que ni muertos abusarían de nuestra pobreza, de nuestra ignorancia, porque tienen integridad, honor y dignidad.

Pero resulta que nadie cree en ellos, ni en sus acciones, ni en sus omisiones, ni en sus intenciones. Sumemos a esto que no pocos funcionarios, en todos los poderes del Estado, si no se han vuelto locos, adquirieron muchos de los indicadores de demencia en sus miradas, en su respiración, en su lenguaje verbal y corporal, en su actitud hacia los demás. No se sabe cuáles son peores, si los que lucen retorcidos sociópatas, esquizoides, paranoides o “mesturados”.

Lejos de dar la cara, persiguen, extorsionan, cuando menos distorsionan. Sepan, señores gobernantes, que el origen de las informaciones es de tercera. Cómo se habrían repartido el botín es de segunda. Lo primero – y a lo que tenemos pleno derecho – es saber dónde está todo ese dinero que no nos ha llegado durante ocho años, que no nos sobra sino que nos hace mucha falta, que generamos y que nos han puesto a deber.

No hemos olvidado para qué sirvieron sus ahorros del 96. Sabemos que sus ahorros de estos ocho años son infinitamente más cuantiosos, no hablemos del entrenamiento para hacernos la vida más difícil, si se pudiera. Sólo les recuerdo que el país no les pertenece. Por más que crean que no merecemos nada, somos los dueños de todo.

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