Sicoanálisis de dos candidatos

Uno de los más recientes dispendios de esta campaña fue el llamado “Sicoanálisis de dos candidatos”. Una cadena de ocho canales de televisión en hora premium, con el hijo de César Medina de moderador y cuatro profesionales: un politólogo, un sociólogo, un sicólogo y una siquiatra. No tengo nada qué decir de los cuatro hombres. Antes de esa presentación, yo no sabía de su existencia. De la mujer, voy a obviar las referencias que, desde hace años, muchos tenemos de ella. Sólo sé que aquello, seguramente financiado con dinero nuestro, fue penoso, lamentable, vergonzoso, nada profesional, absolutamente vago, irresponsable, en fin, una jugada tan fracasada como mal intencionada. Del sicoanálisis, ni cerca. Los cinco deberían visitar un/a buen/a sicoanalista para que, entre otras, definan el concepto y descubran qué tenía ese triste espectáculo de teoría científica (concepción ampliada de la sexualidad), método de investigación (experiencia, pensamiento y conducta humana), o de terapia (exploración del inconsciente a través de la asociación libre). Puede resultarles interesante hasta para uso personal. Es más, hagamos ese ejercicio: conceptualicemos de manera ampliada la sexualidad de los candidatos, de ustedes, los productores y participantes del fallido programa, y de todos nosotros, que inconsultamente lo pagamos; investiguemos la experiencia, el pensamiento y la conducta humana, individual y colectiva; e intentemos siquiera explorar el inconsciente mediante la asociación libre. Descubramos sus y nuestros mecanismos de defensa (represión, condensación y desplazamiento); su y nuestro desarrollo libidinal (pulsión y libido); escudriñemos su y nuestro desarrollo sexual infantil, a ver qué encontramos en la fase oral, en la fase anal, en la fase fálica, en la fase de latencia y en la fase genital. Escojamos una escuela, incluso de las que discrepan con Freud, ya sea Jung, Adler, Rank, Horney o Anna Freud; o de las que ampliaron el sicoanálisis freudiano, a saber, la escuela inglesa de Klein, la francesa de Lacan, la interpersonal de Sullivan o, para más cerca, alguna latinoamericana, como la argentina de Pichon-Riviere, o la brasileña de Marcondes, o la chilena de Matte-Blanco. Hagamos las cosas de verdad, como debe ser. Demos la impresión de que sabemos lo que estamos haciendo, de qué estamos hablando, si queremos lucir confiables, convincentes; si queremos mostrar que nuestras intenciones son sanas y, sobre todo, si estamos disponiendo de tiempo y dinero ajenos.

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