Gracias, Hipólito querido

A los 71 años y con la seguridad económica obtenida, no es común que un hombre abandone la comodidad de su vida, la disponibilidad de su tiempo, para integrarse en cuerpo y alma, veinticuatro horas, siete días a la semana durante dos años, a la causa de la más estricta necesidad nacional. Tomar la decisión, proclamar e inscribir la pre-candidatura, ganar la convención, reconocer los errores, acercarse con humildad y dignidad a quienes se le habían alejado, mantenerse firme ante los embates, no haberse detenido ni haber dado un paso atrás para coger impulso en una carrera tan adversa, habrá que agradecérselo por siempre, y la primera muestra de esa gratitud es votar por él en estas elecciones. Nuestro candidato, lo sabemos, no es un santo milagroso. Tampoco está rodeado de ángeles, arcángeles, querubines y serafines. Es un hombre fuerte, de carácter, de sólida formación familiar, de esmerada educación doméstica, profesional exitoso en el área más importante de la vida de cualquier país: la producción de alimentos. Hipólito constituye todo lo contrario de lo que hoy tenemos. Si el campo revive, la ciudad mejora. El bienestar rural es la base del bienestar nacional. La producción de alimentos no solamente garantiza la comida y sus precios, sino que reduce las importaciones, aumenta las exportaciones, genera empresas medianas y pequeñas y, por supuesto, empleos; disminuye el éxodo campesino, y hasta puede ser un factor decisivo en la erradicación de la crisis moral que nos aturde, ya que tan pronto se vislumbra una solución al hambre y al desempleo, el acceso a la educación y a la salud, automáticamente baja el nivel de delincuencia. Es nuestra insatisfacción, nuestra infelicidad, nuestra náusea, nuestro hartazgo lo que ha convertido en insoportable la convivencia entre los dominicanos y las dominicanas. Es demasiado lo que nos han pisoteado, avasallado, desdeñado, insultado, maltratado, esclavizado, burlado. Enfermaron nuestro espíritu. Felizmente, dentro de poco estaremos recuperando el espacio que nos arrebataron, reinstaurando nuestras costumbres más sanas, restaurando nuestro patrimonio y esforzándonos por volver a ser felices, libres, seguros, como merecemos, necesitamos y anhelamos. Todos hemos hecho lo que hemos podido, hemos aportado hasta donde nos ha sido posible, principalmente nuestro bien más valioso: el tiempo. Nos faltan unos pasitos más: asistir a las actividades de cierre, votar, y mantenernos disponibles, dando así las gracias a Hipólito Mejía.

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