Se va Horacio, se va

“… y cuando fue muerto Aquiles, en la esquina de Pavón, dijeron todas las gentes ‘¡se armó la revolución!’. Se va Horacio, se va…” Ese Aquiles, Alvarez, era hermano de mi abuela. Cada uno, con lo suyo, hace un saco y se mete. Me va a dar muchísima brega entender el afán de la señora que se dice descendiente de doña Trina Moya por regalar esa valiosa pulsera a la primera dama, a pesar de las veces que, durante años, la dejó esperando, según contó la misma doña. Tampoco quedó muy claro si se trataba de un obsequio personal, o si el regalo era para el puesto, destinado a pasar de una primera dama a otra al momento del cambio de presidente, que tendría más sentido y justificaría un desprendimiento que sólo se entendería si su intención fuera honrar a la difunta primera dama dando carácter institucional al usufructo de la joya. Sí, porque en caso de que el regalo sea personal, pasa inmediatamente al patrimonio de Margot y Leonel. En caso de divorcio, con certeza le quedaría a ella en la eventual partición, “para la hija de los dos” y, como ella no se cansa de decir que no tienen en qué caerse muertos, si se ve en aprietos, la mandará a pesar a uno de esos negocios que compran prendas al precio de su peso en oro. Es más, hasta es probable que la ley prohíba este tipo de regalos, pero en nuestro país, eso es lo de menos. Lo de más es que, según me cuenta un allegado, la familia De Moya conserva en su poder todas las pertenencias de doña Trina y que ninguno de ellos ha vivido jamás en la región oriental de la República Dominicana. Pero seguramente, Margarita, tan creativa, novedosa e ingeniosa, inventará una actividad bien original para traspasar a Candy la joya ¿de la corona? con el mismo desprendimiento que le fue entregada, a menos que, en realidad, lo del obsequio haya sido un montaje más y que el brazalete, en realidad, haya sido comprado a un precio que pague su valor material, la historia de su origen y el cuento de su traspaso. ¿Quién sabe? Cualquier día de éstos, nos enteramos de que para no quedarse atrás, para no ser menos, para dar más gusto al delirio, para seguir intentando deslumbrar al marido que no se dejó besar en la boca, buscará algún poblado para que sea llamado Villa Margot, preferiblemente bien cerca de Villa Trina. Quien quita que también escriba un himno a las madres más adaptado a los tiempos actuales, porque la verdad es que los hijos y las hijas de hoy no tienen manera de identificar a sus progenitoras como las pinta el himno de doña Trina.

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