El inquilino

Lamentablemente, no se trata de la magistral película de Polanski, sino de lo arriesgada y patológica que se está volviendo la relación propietario-inquilino en nuestro país, y la obsoleta legislación que existe al respecto, aparte de que, habiendo tantas instituciones gubernamentales “repetidas” que no hacen nada más que gastar mucho dinero, para los alquileres sólo existe el departamento en el tercer piso de la Procuraduría y ¡una sola magistrada! por suerte, conocedora de la ley y de su oficio.

La mayor parte de las querellas llegan de parte de propietarios para que les desocupen sus propiedades por falta de pago o renuentes a devolver los depósitos por el estado en que les dejan sus viviendas. Son los más, y como ven, son monótonos, lo que no les resta ni un ápice de razón cuando la tienen.

Las querellas de los inquilinos son menos, pero mucho más variadas. Pasen un rato en la sala de espera del control de alquileres para que oigan historias que van desde un propietario que, al detectar que su inquilina no tenía carro, alquiló la marquesina a un tercero sin siquiera molestarse en comunicárselo a quien paga por la casa entera y sin que el contrato especifique la obligatoriedad de tener vehículo, hasta una propietaria que irrumpe en la casa alquilada acompañada de dos hermanos y golpea salvajemente a su inquilina, simplemente porque quiere su vivienda para otros fines, a lo cual tiene derecho, pero no así.

Los detalles del caso que me llevó al lugar son muchos, largos y tediosos. Sólo les cuento que estamos en manos de propietarios desconsiderados, arrogantes, y malcriados, que además se hacen representar por abogados ignorantes, analfabetos funcionales, retorcidos, grandes litigantes del disparate, paladines de la defensa de contratos mostrencos, embusteros, tan sociópatas que se creen por encima de la ley, mire usted qué coctelito.

A eso súmele el abuso de la fe pública por parte de ministeriales (alguaciles) nada probos y la espantosa indefensión en cuanto al estado de las viviendas, que en muchos casos resulta peligroso, cuando menos, puede generar pérdidas materiales y/o dificultar y hasta impedir la vida dentro de sus paredes, techos, puertas, ventanas, tuberías y alambres.

Aquí no existe la inspección a las viviendas desocupadas, ya ni siquiera inspeccionan las construcciones, y los propietarios, lejos de dar servicio, se dan banquete engañando a sus clientes, que si son mujeres, las atropellan, o lo intentan. A algunos, les sale el diablo en candela.

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