Ejército de desempleados



Según Ricardo Méndez y José Prada-Trigo, se considera vulnerable a aquella persona o grupo con alta probabilidad de verse afectado por algún tipo de daño, debido a una elevada exposición a riesgos de diversa naturaleza o a situaciones adversas que escapan a su control y les genera indefensión, escasa capacidad de respuesta y dificultad de adaptación a la nueva situación, ya sea por sus propias debilidades y falta de medios adecuados o, además, por la falta de apoyo externo para atenuar los daños provocados. 

La ideología neoliberal – vale decir, el método peledeísta -- fomenta la competencia entre desiguales, erosiona los mecanismos de solidaridad y busca reducir la acción pública en materia de protección social, ordenación del territorio y establecimiento de controles a la acción de los mercados, aumentando así la vulnerabilidad de aquellos espacios donde se localizan los grupos sociales con mayores dificultades para salir indemnes de esa competencia. Lo mismo ocurre con determinados modelos de crecimiento excesivamente especializados en lo económico, polarizados en lo social, e insostenibles en lo ambiental.

Los grupos políticos están llenos de personas sin empleo. Demasiados seguidores de los líderes, dirigentes y candidatos son desempleados. De ahí que siempre se ha dicho que “los pobres no votan por ideologías”. Si bien las manifestaciones de la condición de desempleo son muy diversas y a veces contradictorias, la vulnerabilidad socioeconómica de los desempleados es la misma.

No se puede ser comandante de un ejército de desempleados sin tener un plan de empleos para todas esas mujeres y todos esos hombres para quienes conseguir un empleo es difícil, complicado, debido a que los contextos laborales no favorecen la igualdad de oportunidades por mucho que lo cantaleteen y generan un déficit en las competencias personales y profesionales, no hablemos del bajón en la auto-estima. Ejercen la discriminación por origen, por género, por edad, por clase social, por vida sexual, por religión, por adhesión política, por antecedentes, reputación o recomendaciones negativas, por limitación física, por discapacidad intelectual, y demás barreras.

El principal interés de quienes apoyan una causa política, principalmente la nuestra, que llegará al poder, es convertirse en lo que algunos autores y estudiosos denominan “nuevos ocupados” y, la verdad sea dicha, es lo único que acabará con la generación de nuevos pobres y muertos civiles que con tanto esmero fabricó el PLD. Si no me lo creen, miren bien las características socio-demográficas del grueso de nuestra militancia. 

Por eso, el centro de la propuesta de inclusión social y desarrollo, con lo que el crecimiento económico se convertirá en progreso, debe ser la implantación del sentimiento de ser ciudadanos y ciudadanas útiles, dignos, tomados en cuenta, autónomos y a la vez parte integral de la maquinaria del Estado, en ejercicio pleno de sus derechos, mediante un plan masivo de empleos.

Tengo fe y esperanza en que, más allá del papel y la tinta, más allá de la dialéctica insular, lo conseguiremos. Siempre nos dijeron que querer es poder, y queremos. Equivocarnos, fallar, es un lujo que nos está prohibido.


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