Fuertes como nunca



Nosotras, las mujeres con hijos e hijas, nacidas y residentes en la República Dominicana, tenemos la obligación de celebrar este día reflexionando profundamente, y transmitir a nuestras proles una fuerza superior a la ya extraordinaria fuerza que hemos requerido para criarlos y educarlos.

Esa madre soltera, la Patria, está en peligro como nunca antes lo estuvo. El padre irresponsable de turno amenaza con permanecer en el poder junto a sus peores compañías, con el único y pernicioso fin de continuar exhibiendo qué hace con nuestro patrimonio y disfrutando con sadismo la debilidad que causan las tantas necesidades insatisfechas, por lo que no vacila en recrudecerlas.

Asumiendo nuestra cuota de responsabilidad por haber permitido que las cosas llegaran tan lejos, tenemos que explicar a nuestros hijos y a nuestras hijas por qué estamos en estas condiciones y la urgencia de que, todos juntos, actuemos a la velocidad de la luz para salvar lo que queda del único legado que podemos, queremos y debemos dejar a nuestra descendencia.

La mayor parte de nosotras no teníamos hijos en la época en que participamos en diferentes niveles de luchas, de modo que ellos no fueron testigos de nuestra disposición a morir, a ser privadas de nuestras precarias libertades, a ser vejadas física, emocional y moralmente.

Ellos entenderán que, por el enorme desgaste que representa el día a día en una sociedad como ésta, se nos fue la vida cargando agua, prendiendo velas a riesgo de quemar nuestras propias familias, desvelándonos con la mortificación del desayuno y el transporte, para continuar el día con la misma inquietud por el resto de los más elementales derechos de nuestros dependientes, conculcados todos por los gobiernos de turno, así fueran la alimentación, la salud, la educación, el techo, y demás.

A pesar de que el desamparo estatal, lejos de ser nuevo, ha sido la norma de todos y cada uno de sus administradores, a lo que han llegado los actuales no tiene antecedentes en el país. Lo que más se le parece es una de esas autoproclamaciones de reyes en los lejanos países africanos que, por carecer de vínculos de cualquier tipo con esos Estados, aunque nos impresionaban y asustaban, nos parecían irreales, de película.  

La víspera de este día de las madres fue el día de la libertad, que debió ser capitalizado para recordar al partido en el poder cómo terminan los tiranos, advertirle que los regímenes de fuerza terminan a la fuerza, que quienes nacimos en una dictadura no tenemos la menor disposición de morir en otra.

El momento que estamos viviendo no es para que se nos desee un feliz día. ¿Cómo ser felices, tres días después que Danilo, efectivamente, hizo lo que nunca se había hecho: desafiarnos?

Hemos levantado nuestras familias en hogares llenos de carencias. El hogar común, el país, nunca nos ha producido la sensación de casa propia, sino de arrimados en una casa ajena de la cual la presente empresa administradora pretende apropiarse porque sí.

Hoy es día de tomar decisiones.

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