El señor de los anillos

Es mucho lo que se pude comentar sobre el egregio regidor de demarcación diminuta que propuso a su sala capitular que encargaran no uno, sino tres anillos para cada uno de ellos, para conservarlos como recuerdo de su gestión. Y aun así, están aprobando nuevas demarcaciones a la carrera, como si en ello fuera la vida de no sé quién(es). Aquí hay distritos municipales que abarcan dos calles, parajes de menos de quinientos moradores con categoría recién adquirida de municipios, o sea que requieren alcaldías, alcaldes, regidores y diputados. Pero jamás vayan a pensar que son auto-sostenibles. No. Es con nuestro dinero, el que más rinde para esas misiones y no nos llega a nosotros, que lo generamos, ni por error.

También podría contarles de un tipo de cerca de sesenta años que conserva los anillos del matrimonio de sus padres para un día – supongo que en la próxima vida – casarse con la mujer, no que siempre ha querido, sino que daría gusto y paz a su difunto padre y a su más que viva madre. Si bien estoy de acuerdo en que ésta es la edad ideal para el sagrado vínculo del matrimonio, disiento totalmente del motivo, de manera que si yo fuera ella y él se lanzara a proponérselo (hace años, le retiró su vieja amistad), lo desestimaría sin pensarlo.

Entonces, paso a usar la mitad del espacio en los anillos a los que realmente quiero referirme: los que rodean a los candidatos presidenciales. Podría resumirlo en dos palabras: dan asco. Incluso en una: repugnan. Pero voy a ser más extensa porque todos y cada uno de los candidatos presidenciales tienen más o menos sus numeritos a mano y están contando con determinada cantidad de votos que, si en el camino dan un golpe de efecto, puede aumentar sustancialmente.

Sin embargo, mientras los coordinadores y las coordinadoras de los diferentes equipos sigan tratando con la punta del pie a quienes llevan tiempo integrados a los trabajos de campaña, desde mucho antes de las pre-candidaturas, y esos mismos, más los nuevos coordinadores y coordinadoras de los nuevos equipos rechacen a quienes ponen a disposición de las candidaturas sus capacidades, sean técnicas, profesionales, de convocatoria, o de cualquier tipo, esos numeritos bajarán drásticamente y los candidatos quedarán con las manos en la cabeza, mirando cómo sus coordinadores se lavan las manos, sin declararse responsables del tiempo y los recursos desperdiciados por su absurda e innecesaria forma de ejercer un poder que en realidad no tienen. Los anillos llevan al fracaso.

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