Si tú mueres primero

Yo te prometo que escribiré la historia de nuestro amor con toda el alma llena de sentimientos, la escribiré con sangre, con tinta sangre del corazón. De modo, hombres dominicanos, que cuando les dé ese ataque de pasión que los lleva a matar a las mujeres para luego suicidarse, tranquilamente tomen la preferencia y suicídense primero.

No sean tan caballerosos ni se apeguen tanto al “ladies first” (las damas primero). Ahí sí cabe bien aquello de que muerto el perro, se acabó la rabia. Porque, estoy completamente de acuerdo en que quien no puede estar vivo, debe morir. Y si son ustedes los que no pueden vivir sin sus parejas o ex parejas, si no soportan la ignominia de verse alternados, botados o sustituidos, en otras palabras, tratados en la igualdad, son ustedes quienes deben morir.

Y, por cierto, vayan a suicidarse bien lejos, donde no haya que verlos en una situación tan indigna, tan débil, como lo es atentar contra su propia vida. Ojos que no ven, corazón que no siente. Si es verdad que quieren tanto a esas mujeres al extremo de no soportar la vida sin ellas, tampoco les dejen esa última imagen tan desagradable ni intenten inocularles una culpa que no tienen.

Le va bien a su reputación quedar en el recuerdo como quienes murieron de amor, no como unos vulgares asesinos de mujeres, cobardes (recuerden que “los hombres que maltratan a las mujeres, no pelean con otros hombres”).

Además, en un país como éste, de mujeres excesivamente aguantadoras, son contados los casos de hombres botados por buenos. Son demasiadas las mujeres que aguantan hambre, vejaciones de todo tipo, bueno, no hay que contar nada, que estamos todos más enterados de lo que quisiéramos. Entonces, también admitan que en realidad son ustedes los únicos de sus respectivas historias que no quieren – ni deben, realmente - vivir, y una vez admitido, suicídense. Como dicen en Guatemala, no tengan pena.

Son tarados. Es por eso que se suicidan después de matar a la mujer. ¿Por qué no se suicidan antes? Eso sí sería un gran aporte a las estadísticas y a la sociedad. Uno menos, más espacio. En la mayoría de los hogares, no es por su ausencia que entrará menos dinero. En cambio, habrá paz. De indispensables están llenos los cementerios.

Den esa prueba de amor a sus mujeres: limítense a suicidarse. No alcanzará el resto de la vida para agradecerles el gesto. “Si yo muero primero, es tu promesa sobre de (sic) mi cadáver dejar caer todo el llanto que brote de tu tristeza y que todos se enteren fui tu querer.”

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