Reynaldo y la Junta

Reynaldo Pared y Roberto Rosario son dos funcionarios muy, muy bien pagados por todos nosotros, por lo que deberían estar a nuestro servicio. Sin entrar en las muchísimas observaciones e ilustraciones que se podrían hacer al respecto, queremos hacerles saber que no es para crear ambientes, corrientes de opinión ni condicionamientos en el espíritu de los votantes que les pagamos las fortunas que reciben y manejan a su discreción.

Los hemos puesto a vivir de una forma que nunca soñaron. ¡Piscina que parece sostenida en el aire! ¡Etcétera! Hay que ser demasiado ingrato en la vida para perjudicar tan premeditadamente al pueblo que los ha puesto a valer, que les ha dado categoría.

Si hay un solo candidato interesado en el buen desempeño del proceso electoral, ése es Hipólito. Por tanto, nosotros, todos sus votantes que somos muchos y en franco aumento, tenemos el compromiso de vigilar muy de cerca el sufragio. Ya las bellaquerías de los peledeístas no permiten que nadie se descuide. Hace rato que estamos durmiendo con un solo ojo.

No me cansaré de preguntarme qué fue lo que aprendieron en esos círculos de estudio. He encontrado respuesta a la conducta morada en algunos cuentos de Juan Bosch, pero los niveles de retorcimiento y perversidad alcanzados por los peledeístas dejan corta a la imaginación más fértil.

Han pasado lo que para otros serían bochornos de los grandes, y se quedan igualitos. Han sido puestos en evidencia, encuerados en todo lo malo que se puede hacer en la vida, y permanecen imperturbables. Creen que con el dinero acumulado tendrán el poder para siempre, y lo cierto es que no se sabe qué se acaba primero. Tampoco recuerdan que la vida tiene fin.

Nunca antes un equipo gobernante (de clase, nada) había perdido el estilo a esas dimensiones. Nunca antes una pandilla se apoyó tanto en la ignorancia, la real y la sobrevaluada, de un pueblo.

Han hecho escuela del menosprecio, de la subestimación, del atropello, de la burla. No entienden ni aceptan que todo el mundo está requetejarto de ellos. ¡Veintitrés años estudiando para esto! ¡Doce años en el poder para hundir el país! Parece que no quieren irse sin ver sangre, mucha sangre, porque eso es lo que están provocando. No les basta la que hace derramar la policía a diario.

Son de una falta de concepto escandalosa. No tienen conciencia de sus funciones. No les alcanza el tiempo para enterarse de sus deberes. No les importa un carajo prostituir la solemnidad de sus puestos. Sólo resta decirles: ¡no inventen!

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