Galván

Conocí a Galván como líder de muchos inquietos jóvenes de clase media. Le di todo el apoyo que me fue posible durante aquellas protestas contra Roberto Salcedo por la siembra compulsiva de palmas, la construcción del helipuerto en el Malecón para facilitar su transporte a Juan Dolio a jugar golf, y la conversión de esta ciudad en un escenario para rodar películas.

Me retiré con flores cuando me dio la impresión de que estaba tomando la misma – decepcionante – ruta de Roberto Santana, empezando por un cierto vedettismo debido a su muy mal manejado éxito con las mujeres (no pocos hombres también suspiraban por él) y, luego, por su forma, a mi juicio inmadura, de ejercer su indiscutible liderazgo.

Diferente a otros adultos que lo apoyaron y lo apoyan, entre los cuales hay quienes se han aprovechado bastante bien de él para mantener su vigencia y darse vitrina, se lo dije, se lo advertí, lo regañé como si lo hubiera parido y me doliera.

Después de eso, sólo volví a verlo por televisión lanzando un texto de economía, rodeado de funcionarios morados, de los peores. Se metió en la boca del león. Yo no sabía que trabajaba en Agricultura hasta que se hizo público su reciente despido por las razones que alegó que, falsas o verdaderas, son absolutamente creíbles y se quedan cortas.

Conociendo, como se conocen, los manejos de ese ministerio, el uso de los fondos, la forma despiadada en que hunden a los productores, la construcción de mansiones de un lujo asiático, y demás, lo único que pensé fue: se jodió. Pero no alcanzó mi fértil imaginación para prever que le montarían una “camaroná” tan sucia, tan baja como las mentes que la concibieron.

Colocar a un joven profesional, con todos sus defectos, pero bien criado y brillante según profesores conocidos por exigentes, en un escenario de robo callejero de un celular y, no conformes, en una compra-venta, empeñando el objeto supuestamente robado, es un ultraje mayúsculo. ¡Qué falta de estilo!

Creo que la intención, luego de desacreditarlo, era matarlo. Nuestra incalificable agencia del orden, la policía nacional, que pagamos para que nos proteja, por mucho menos que eso mata jóvenes todos los días, como si tuviera que cumplir con una cuota, y más si de paso creen que con eso dan satisfacción a un ministro “calumniado” y de una vez cobran la factura pendiente del síndico de la capital por las “molestias causadas” hace unos años. Si, encima, tiene antecedentes de “comunista”, no hay ni que pensarlo.

Estamos atentos. No inventen.

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