Sexo a la fuerza

Sin el menor resquicio de duda, la función del sexo en la vida de los humanos es producir placer. Claro, si nos descuidamos, también nos reproduce - y a muchos les encanta reproducirse. Pero, diferente a otras especies, nosotros no tenemos sexo únicamente para esos fines, sino cada vez que queremos y que podemos, básicamente para gratificar y gratificarnos.

Resulta que la sociedad - esa misma sociedad que no acepta, sino que discrimina y condena brutalmente a los hombres y a las mujeres que cobran por los servicios sexuales y también a aquéllos que, sin cobrar nada, en algunos casos compartiendo los gastos y a veces hasta pagando, prefieren una vida sexual alternativa – permanece en un silencio espantoso ante quienes ejercen el sexo a la fuerza, los violadores, los abusadores. Y lo dejo así, en masculino, porque los hombres constituyen una abrumadora mayoría en la comisión de ese delito.

La pregunta del millón es: ¿qué placer puede sentir quien obliga a otra persona, de la edad que sea, varón o hembra, a someterse a su diabólico deseo? Y le sigue la otra pregunta: ¿por qué esto lleva tantas y tantas veces a maltratar y hasta a matar a quien se rebela o siquiera lo intenta? Es como si fueran incapaces de sentirse infrahumanos, muy inferiores a los animales, pero lo son.

Creerse irresistible no es suficiente. El nivel de perversión es insuperable, el retorcimiento es imposible de medir. No se pueden comparar con el de los verdugos, los torturadores que, por supuesto, equivocadísimos, indignos e innobles, juran estar defendiendo una causa. Tampoco se equiparan a los asesinos, ni a los sicarios. Alégrense, corruptos; den brincos, reclutadores de vendedores y generadores de consumidores de drogas; consuélense quienes pervierten a los menores en la delincuencia; alíviense, productores y administradores de mendigos; perdónense, asaltantes callejeros.

El abuso sexual no tiene explicación, ni justificación, ni atenuante. Diferente a otros daños recibidos en la vida, éste es irreparable. Y no ha encontrado suficiente manifestación de repudio en la sociedad ni castigo adecuado en el sistema judicial. Ni siquiera ha motivado una educación sexual efectiva, aparentemente en ninguna parte del mundo, aunque nuestro país, como en tantos otros aspectos nada honorables de la vida, ocupe uno de los primeros lugares.

Francamente, del mismo modo en que los hombres deberían suicidarse antes de matar a una mujer, si no saben qué hacer con su pene, ¡córtenselo y échenselo a los perros!

Comentarios

soy... ha dicho que…
El segundo párrafo es muy lúcido.

"...permanece en un silencio espantoso ante quienes ejercen el sexo a la fuerza, los violadores, los abusadores. Y lo dejo así, en masculino..."

Si, el problema, en sentido general -casi total- es de nosotros los hombres. Claro, tenemos un peso enorme de tradición violenta, encabezamos la historia cuando se habla de discriminación, opresión, etc.

Un saludo.

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