Sí, desesperada

Un lector oculto detrás del cómodo anonimato comenta debajo de uno de mis artículos que me percibe desesperada. No me queda más que darle la razón: estoy desesperada, tan desesperada como unidades, decenas, centenas, millares, millones de dominicanos y dominicanas que, aun sabiéndonos en la curva final del régimen morado, estamos al cabo de nuestras fuerzas debido a lo que estos ocho años han significado para nosotros en todos los órdenes.

Para que los peledeístas lleven la vida que llevan, nosotros, todos los demás, nos hemos pasado esta interminable era sin poder hacer absolutamente nada, dejando de hacer la mayor parte de las cosas, simples, que hacíamos.

Para que ellos se estén llevando el mundo por delante, nosotros hemos tenido que dar un bajón muy violento a nuestras vidas, que nunca fueron de lujo ni de gran confort. Hemos tenido que dejar de comer muchas cosas, hemos tenido que pasar malestares, dolores y enfermedades sin ir al médico ni al dentista, hemos tenido que declararnos en arresto domiciliario, entre el costo y el caos de los desplazamientos, y la violencia callejera.

Es verdad que están acabando con la pobreza. Primero, nos empobrecieron a todos. Y luego, entre los que mata la policía a diario, los que mueren de desamparo estatal, los muertos civiles, efectivamente, no quedará ni medio pobre en la República Dominicana.

Pagados por todos nosotros, se atreven a negarnos servicios obligatorios, derechos civiles, deberes del Estado para los ciudadanos, por ser quienes somos, o allegados a tal o cual persona de quien saben no gusta de ellos. Es desesperante, sí, sobre todo cuando no estamos dispuestos a arrodillarnos.

Y, créame, lector anónimo, que cualquiera se desespera cuando no encuentra respuesta, explicación, justificación a la conducta avasallante de esos hombres y mujeres, de los cuales no pocos fueron objeto de nuestra solidaridad moral, social y material (estoy diciendo que les recogimos hambre y vergüenza) porque nos vendieron la idea de lucha por una causa que, aunque no necesariamente compartíamos en su totalidad, siempre respetamos y apoyamos.

No sé si usted los conoció en los tiempos en que llegar al poder ni siquiera era un sueño: no pasaba de utopía. Hechizaban con su discurso que, hasta quienes no entendían ni media palabra, admiraban.

Su llegada al poder se la deben a la jugada de Balaguer para que ni Peña (“ese negro haitiano”) ni Peynado (“ese malcriado, nieto de su abuelo”) lo sucedieran. Fuimos muchos los que nos alegramos de que tuvieran una oportunidad tras veintitrés años de estudios en los nunca bien ponderados círculos del PLD. Ahora mire lo que se ha vuelto la vida de ellos, pero sobre todo lo que se ha vuelto la vida del pueblo entero. ¿Eso no lo desespera, lector anónimo?

¿No lo altera en lo más mínimo ver cómo, en nuestras narices, están disponiendo de todo lo nuestro, activos, pasivos, instituciones, reglamentos, mecanismos, todo, para que la vida siga siendo imposible, como castigo implacable por nuestro manifiesto desprecio por todos ellos?

¿No lo irrita ni un poquito el discurso del candidato de los huevos líquidos – ver su tesis por el grado de ingeniero químico que anda circulando en las listas de correos y redes sociales? La verdad, es lo único que ha demostrado: que tiene los huevos completamente líquidos. Bueno, también demostró que si era verdad que Balaguer pensaba cerrar la UASD, debió hacerlo.

Lector anónimo, voy a parar de escribir, pero su percepción fue correcta: estoy desesperada, sí.