El mundo bizarro

Quienes leímos los paquitos de Supermán en nuestra infancia, recordamos con gran simpatía aquel mundo bizarro, donde todo era al revés. Quienes estamos viviendo el bizarro mundo peledeísta, sentimos el peso de cada segundo que falta para salir de él.

Ni un solo peledeísta, ni uno, señaló el agravio cometido por los empleados de la primera dama, si no por órdenes suyas, con su pleno consentimiento, cuando tuvieron la osadía de pintar un monumento nacional para exaltar la engañosa obra del despacho.

Cosas de la vida, escogieron un monumento erigido a la independencia financiera, al saldo de la deuda externa, precisamente quienes nos han endeudado hasta no se sabe cuántas generaciones. Seguramente pensaron que, dada la extrema dependencia en la que nos han puesto, el monumento viene resultando inútil.

Se tocó el tema en la sala capitular, suspendieron la sesión, y no han vuelto a sesionar jamás. Se lo señalaron al síndico, y admitió que había que pintar el obelisco del color que manda la ley, pero no instruyó al respecto. Ni siquiera por lo que representa la independencia financiera se puede hacer nada que pudiera molestar a la candidata morada.

Un grupo de ciudadanos tomó la iniciativa de recuperar la dignidad del monumento y los peledeístas los han calificado de vándalos. No, no, no. Vandalismo fue lo que hicieron los lambones de Margarita. Ella era la primera que tenía que protestar por ese abuso. Ella tenía que cuidar su buen nombre, su imagen. Siendo abogada, está llamada a conocer las leyes.

Debió hacerse la loca, que no sabía que sus empleados estaban haciendo eso, que no, que imposible, que como iba a ser, y mandar ella misma a pintar el obelisco de blanco colonial, como lo estipula la ley, hacer un buen show para subirse la nota como quien no acepta que se infrinjan las normas y mucho menos en su nombre.

Pero tampoco ha mandado a callar a quienes han tildado de vándalos a los ciudadanos y las ciudadanas que dispusieron de su tiempo, su esfuerzo y su dinero para rescatar un monumento que nos recuerda que una vez fuimos financieramente independientes.

Si se van a rajar a dar gritos con jipíos cuando pierdan en mayo como lo hicieron en 2000, tengan toallas a mano, de las grandes, de playa, y mientras se secan las lágrimas y tratan de ahogar los sollozos, piensen en todos y cada uno de los daños – casi todos irreparables - que han hecho a la sociedad dominicana para que entiendan su derrota. No esperamos que reflexionen, pero tiempo les sobrará para recordar.

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