Un poco de diversión

Cuando estamos con el espíritu en alto, tomamos las cosas de otro modo. Cada día me gusta menos salir a hacer diligencias, manejar, por lo agresivo y violento que se ha puesto el tránsito en esta ciudad, no hablemos de que me transporto en un tiesto viejo que no ayuda mucho en determinadas situaciones.

Entre las violentas agresiones de los choferes públicos y privados, se destaca el hábito de insultar a los demás, particularmente a las mujeres y con más fe si somos o parecemos mayores, o exhibimos algún “defecto”, como el sobrepeso.

En medio de un tapón de los buenos, bajo un sol inclemente, el cobrador de una voladora me ha voceado “vaca vieja”, en indiscutible alusión a mis libras y a mis canas. Ese muchacho no tiene capacidad de calcular que cuando él nació, hacía rato que yo manejaba y tenía carro, y ya sabemos que no es mucho lo que podemos esperar en términos de modales de quienes también son víctimas de violencia económica y social.

Decidí, una vez más, cogerlo con suavena. Me puse a tararear aquella pimentosa melodía de la orquesta de Billo Frómeta que todavía escucho con frecuencia, que dice “camina, vaca vieja, que ahora sí que vamo’ a guarachar…” y me desconecté mentalmente del tránsito, evocando mejores guarachas.

Pero luego, quizás por lo metida que estoy en la campaña, me puse a pensar que, si en verdad yo fuera una vaca vieja, sería la más dichosa. Aparte de que, lejos de sentirme insultada, me siento muy honrada de que se me compare con el animal más útil del planeta, que alimenta, abriga, viste y calza a la humanidad, al fin y al cabo, ahora mismo tengo, fajados por y para mí, por y para todos, un buey y un toro ¡juntos! ¡Hasta doña Flor, la de Jorge Amado, podría morir de envidia!

Entonces, diferente a la vaca de Nena, que “no da más leche, ya sólo da pena”, acepto con honor el fallido insulto y me declaro orgullosamente vaca vieja. Sólo Dios sabe la paz que me invade al ver el buey y el toro aunando esfuerzos para resucitarnos de esta muerte civil a la que nos han sometido, para levantarnos este insoportable y prolongado castigo que hemos padecido durante ocho años, para rescatarnos de las garras de los muchos leones y más tígueres que nos han explotado, desconsiderado, maltratado, endeudado, enlodado, asqueroseado.

Sí, queridos lectores. Ese muchacho, sin saberlo, me puso en salsa. Me indujo a apreciar lo bueno de ser una vaca vieja, mucho mejor si se cuenta con un toro y un buey, repito, ¡juntos! “¡ay, que la vaca vieja está…” óiganlo ahí: http://www.youtube.com/watch?v=Q89vGvv0oI8&feature=related

Comentarios

Entradas populares de este blog

Memorias de Gestión Consular

De seguros y servicios médicos

Prestigio prestado