Arrepiéntete, Danilo

En términos generales, los evangélicos me caen bien, básicamente porque son auténticos. Es decir, no se consideran parte de la iglesia por tradición familiar, ni porque los bautizaron inconsultamente en su infancia, sino porque creen y viven de acuerdo a los evangelios.

El candidato morado es evangélico. Sin embargo, no cuenta con el apoyo de las iglesias cristianas no católicas, ni tampoco de la católica, que además de su disgusto con el gobierno, sabe que perdería una cuota importante de su poder con un presidente “contrario”.

Creo que la falta de apoyo a Danilo de las iglesias evangélicas se debe a que, ni a simple vista ni hurgando, le ven ese apego a la palabra de Dios, ni ese estilo característico de vida en la fe. Saben que su silencio ante los escándalos de quienes sustentan su candidatura no es para echar el pleito desde adentro y convertirlos a todos al Evangelio para salvar sus almas, sino que es por complicidad, utilizándolos para hacer realidad su obsesión de llegar a la presidencia, él mismo no sabe muy bien para qué.

Saben que los cristianos no se expresan de los demás en los términos en que Danilo se expresa de su contrincante, mucho menos de sus colaboradores, porque si fuerte estuvo llamar carterista a Hipólito, más atrevido fue al comparar a Francisco Javier, su jefe de campaña, con Dios.

Un candidato auténticamente cristiano no se exhibe, entre otros, con Félix Bautista, ni le acepta recursos para hacer campaña mientras no esté claro el origen de los mismos, ni se deja imponer una compañera de boleta, sabiendo que sólo a él le corresponde esa elección.

Un cristiano auténtico no cambia su discurso ni omite temas según quien lo acompañe. Por ejemplo, no menciona la corrupción delante del senador de SJM, cuando anda con Margarita se limita a “continuar lo que está bien”, si Leonel está presente, ni habla, y así por el estilo.

Un cristiano de verdad hace rato que habría pedido perdón por los desmanes de sus compañeritos, por haber plagiado su tesis de grado, por no haber dejado un trabajo hecho a su paso por el gobierno, por no decir a sus votantes de qué ha vivido durante estos doce años, es más, por lo menos habría dado testimonio público de su credo, cosa que tampoco ha hecho, como si se tratara de algo oculto, lo cual es impensable e imperdonable en la conducta de un evangélico.

Danilo, arrepiéntete. Si yo fuera vecina tuya y me preguntaran por ti, respondería como en aquel disparate de película: “¿Cristiano? ¡Aquí no vive ningún cristiano!”

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