Complejos

“Por dondequiera que paso, me miran. A cualquier parte que llego, me conocen. Y si me río, murmuran. Y si lloro, peor. A cualquier parte que miro, veo el dedo acusador. Mi delito fue quererles, darles todo el corazón. Es complejo lo que tienen porque, quizás, pobrecitos, son huérfanos de amor.” ¿Recuerdan esa canción? Muchos de los hombres que están haciendo campaña con sus respectivos candidatos, no se cansan de fantasear con la repartidera de puestos y de asquerosear a las mujeres, en primerísimo lugar, prometiéndoles empleítos de quinta, preferiblemente de imaginarias subalternas de sus más imaginarios subalternos, es decir, destinándonos, desde ya, a dar brillo a sus soñadas gestiones o, por el contrario, a responsabilizarnos de la más probable opacidad de las mismas. En estos días, uno de ésos, jurando que estaba haciéndome una distinción con el noble fin de colocarme donde el capitán me viera, me contó que recomendó al coordinador de una actividad que me diera responsabilidades de organización, que yo era buena jinetera. Cuando le pregunté qué había querido decir, me respondió que yo tenía criterio adecuado para tensar o soltar las riendas. Le explico, tomándolo como un chiste y sin remotamente ofenderme, que la palabra correcta era amazona, que jineteras les decían a los cueros en Cuba. El hombre se incomodó de mala manera. Me dijo que yo debía saber que las palabras tenían un significado en boca del vulgo y otro en boca de los intelectuales. Y me colgó el teléfono. Ya en una ocasión anterior, un jefe de comando, ante mi propuesta de que insertaran el tema de los discriminados del sistema, llámense impedidos físicos, limitados mentales, madres solteras y adolescentes, cristianos no católicos, homosexuales, etc., se ocupó primero de hacer saber a los presentes lo bien que funcionaba después de su cirugía de próstata, es decir, despejó cualquier duda sobre su sexualidad, para pasar a hacer todo tipo de insinuaciones sobre la mía. No tuve que hacer gran cosa para desmontar sus palabras. Sus cuentos de desacreditador, acosador, agresor, carente de técnicas (como diría ese vulgo antes mencionado al que pertenezco: mal polvo), y demás, surgieron solitos – y conste que yo no sabía ni sospechaba ni me interesaba nada de ese aspecto de su vida. Pero lo peor es lo mal parado que ha salido de su gran (ir)responsabilidad de campaña. Y así, mientras más caro el trago (el que se beben, no el que brindan), mientras mejor planchada la camisa y más oloroso el perfume…

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