Desalmado y desarmado

Hace unos años, en medio de una confusión que terminó en la ruptura de una vieja y valiosa amistad, quise analizar los hechos con un amigo siquiatra quien, entre otras consideraciones, encontró que el amigo perdido era un desalmado, es decir, una persona sin alma, de mal fondo. Sin embargo, a otro amigo, sicólogo, le pareció que el tipo más bien estaba desarmado, que no disponía de las herramientas para lidiar con la situación que desencadenó en la pérdida irreversible de la amistad. Así, una simple letra puede cambiar nuestra percepción. Sí, porque si nos convencemos de que alguien es desalmado, nos basamos en la indignación y demás sensaciones que nos llevan a defendernos a la hora de manejar un proceso de separación, incluso a sentir alivio de habernos librado de alguien o algo nocivo, de un cierto peligro; pero si creemos que la persona en cuestión está desarmada, con naturalidad tendemos a ejercer flexibilidad y tolerancia, en nuestra contra, agravado por una inclinación rayana en obligación de prestar algún tipo de soporte a tan desvalido ser humano, lo cual no nos ayuda en nada a nosotros mismos, sino que por el contrario, nos expone a embates adicionales e innecesarios. Da perjuicio por todas partes. La relación, que – no tan - exageradamente llamaré víctima-victimario, se vuelve patológica, de una interdependencia malsana, destructiva. Lleva a la llamada víctima a buscar y encontrar toda suerte de subterfugios para interpretar la actitud de su victimario y, si se descuida, llega a padecer el síndrome de Estocolmo, lo que sólo sirve al llamado victimario para desarrollar nuevas tácticas y estrategias para mantener y, mejor, profundizar el abismo que tuvo a bien cavar para que la otra parte no olvide ni por un instante cómo son, cómo están y cómo seguirán las cosas. Todo lo anterior, para que cualquier experiencia personal que, adultos al fin, hayamos tenido en la vida, nos sirva en el plano social, político y económico. Por más desarmados que creamos a nuestros adversarios, a nuestros verdugos, a quienes nos han arrebatado todo lo que tenemos, nos han endeudado por varias generaciones y se dan el lujo de desdeñarnos, de pisotearnos, de conculcar nuestros derechos, tenemos que anteponer su calidad de desalmados y proceder a separarnos de ellos de forma definitiva, ponerlos en el lugar que les corresponde: fuera de nuestras vidas. De no hacerlo así, les estaríamos pidiendo a gritos que sigan acabando con nuestro patrimonio, con nuestras libertades, con nuestra dignidad y con nuestras vidas. Seríamos sus cómplices a cambio de mucho menos que nada. Eso no lo merece absolutamente nadie. No de nosotros. Por tu auto-estima, tu amor propio, tus dependientes, tus vecinos, tus amistades y relacionados, por todo lo que mueve tu ser, lo que te sensibiliza, lo que te afecta, toma la decisión adecuada el 20 de mayo. Demuestra a los desalmados que no estamos desarmados; que utilizaremos nuestra herramienta, el voto, con la debida pericia, por y para todos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Memorias de Gestión Consular

Prestigio prestado

Cuando baila un buen merengue