Tema de reflexión

Todos los supermercados me irritan por igual. En todos me siento igualmente timada. Hace un par de días, hice una compra con el propósito de no tener que salir más durante el asueto de Semana Santa. En mi casa vivimos dos personas, que además hemos tenido que abandonar muchos hábitos alimenticios y dejar de darnos pequeños gustos.

En esta ocasión, la cajera me saludó con simpatía, me preguntó amablemente si me iría de la ciudad y le respondí que no, que ésa era mi última salida planeada para la semana, que me encerraría a comer y si me animaba, organizaría un poco mi librero y mi cocina.

Todavía no salgo del espanto que me produjo el comentario del empacador: “¡pero eso no le va a alcanzar!”. No sé si su impresión surge de la magnitud de las compras de los demás clientes, del monto que gasté comparado con otros, si es que en su casa son más y lo que compré, en su casa no daría ni para empezar, o que sencillamente el muchacho es un fresco.

Sin embargo, no pude evitar un insistente y mental pase de lista a la calidad y la cantidad de mis compras de otros tiempos. Entonces, entendí por qué me agota de esa manera ir al supermercado. Es que compro con una calculadora en la cabeza, deliberando qué me llevo y qué dejo, encontrándome de frente con artículos que me encantan y que no recuerdo la última vez que adquirí y, la peor parte, recibiendo el golpeo, no solamente de los aumentos vertiginosos de precios, sino la ofensiva diferencia de precios entre un supermercado y otro.

Por ejemplo, en ese mismo, he comprado tarros. Pero en otro supermercado encontré los mismos tarros, del mismo tamaño y de la misma marca a doscientos veinte pesos menos, y la diferencia es de $550 a $330, que no estamos hablando de una suma mayor, mientras que en ese supermercado donde los tarros cuestan menos, un escurridor con tapa cuesta $595 y en un tercer supermercado cuesta $365, doscientos treinta pesos menos. De los alimentos, sus precios y su calidad, mejor ni hablar. Estamos atrapados.

Una empresa que se anuncia por Internet como vendedora a domicilio de accesorios muy baratos para computadoras, anunciaba una antena de wi-fi a $500. La entrega a domicilio lleva un cargo adicional. De todos modos, iba a pasar por ahí, como en efecto pasé.

Cuando llegué, “no quedaban” de los anunciados a $500, pero tenían otros a $550. Lo compré, me dieron una factura con garantía por un mes, y hasta les compré otro accesorio por $150.

Al cabo de dos semanas, la antena de wi-fi dejó de funcionar. Me presenté al lugar con mi factura-garantía, me dijeron que el nuevo pedido llegaría esa tarde (otro viaje), se quedaron con la pieza dañada y pusieron una nota en mi factura en señal de obligación de reponerme el accesorio.

Primero fue que “el encargado de las reposiciones” no trabajaba esa tarde. Luego fue que el nuevo pedido no trajo de esas mismas, sino otras que cuestan cien pesos más (que resultaron ser las mismas que, en el anuncio, costaban cincuenta pesos menos que la adquirida, o sea que, de súbito, aumentaron $150, ¡de $500 a $650!). Y de ninguna manera devolverían el dinero, sino que nos harían una nota de crédito.

Cuando me cansé de sus intentos, me dirigí a Pro-consumidor. Entonces, los de la tiendita aceptaron devolver el dinero, menos los impuestos que, según ellos, ya habían pagado, pero que no figuraban en ningún renglón de la factura y que, de acuerdo a su mejor criterio, me tocaba a mí ir a reclamar a la DGII, donde nunca han devuelto nada.

Le expliqué a la mediadora de Pro-Consumidor que eso era inaceptable, que de ser cierto que la empresa pagó los impuestos, les tocaba a ellos reclamar, que se los acreditaran al mes siguiente, o que perdieran ellos el dinero, que al fin y al cabo vendieron una mercancía inservible.

Finalmente, accedieron a reponer la pieza, me dieron una de las que en el anuncio ofrecían a $500 y que resultó que costaba $650, pero no me cobraron la diferencia y me dieron una nueva garantía. ¿No es agotador?

Claro, eso no se compara con el agotamiento que le significa a Félix Bautista, sacar las cuentas a ver si se aproxima al monto de su fortuna, al tiempo de tener que lidiar, el pobre, con esta campaña mediática internacional para manchar su honra, su moral, su honorabilidad y su… ¿qué otra cosa fue que dijo el comité político del PLD?

Ni se compara, de ninguna manera, con el agotamiento de la pobre Margot por el mal rato que le ha causado Marcos Martínez, a quien ha tenido que someter a la justicia, tendrá que hacerlo de nuevo porque sus abogados se equivocaron de cargos, y juega al paso del tiempo para que nos olvidemos de sus pequeños ahorros aquí y en el extranjero.

Ni al agotamiento de Danilo, en plena campaña, teniendo que responder de qué se ha mantenido durante sus años sin producción conocida, aclarar si es o no es pariente de Machetico y convencernos de que no tiene nada que ver con las hazañas y el prestigio de quienes lo administran.

Mucho menos al agotamiento de los tres, por sus respectivas historias de tesis de grado.

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