Vamos a lo que interesa

La contienda electoral es, básicamente, entre Hipólito y Danilo. He dicho y escrito hasta la saciedad que Hipólito no es un santo milagroso, sino que, en la coyuntura actual, es la necesidad nacional. Aceptó volver al ruedo político, y estamos apoyándolo masivamente.

Tanto Hipólito como su compañero de boleta, Luis Abinader, han respondido a todas y cada una de las inquietudes de los diferentes sectores de la vida nacional. Sólo queda un ciudadano negado a enterarse del origen de las fortunas de los candidatos del PRD, como tampoco entiende su propio nivel de descrédito.

Sin embargo, la población sigue esperando que Danilo nos explique de qué ha vivido y mantenido a su familia desde el año 2000, ya que no se le conoce ejercicio privado, ni empresa, ni empleo. Seguimos esperando, no el sometimiento a Marcos Martínez, sino la aclaración cabal de las cuentas de banco de su compañera de boleta.

Sería muy prudente que Danilo despejara la incógnita sobre su eventual vínculo de sangre con el mal recordado coronel Medina Sánchez, alias Machetico. No es que Danilo (también Medina Sánchez) sea responsable de ninguno de sus alardeados actos criminales ni tenga que pagar por ellos, pero daría una gran prueba de transparencia si dejara ese punto claro.

De todos modos, nada es peor que su vínculo con el gobierno y sus escándalos, el partido y su trato al país, Leonel, Félix Bautista, y la forma en que se dejó imponer a Margarita. Al fin y al cabo, nadie elige sus familiares, pero sí sus amistades y compañeros de causa.

Igualmente, queremos saber qué ha movido a los gobernantes morados a profundizar el abismo que ya se había tragado al vecino pueblo haitiano, cómo es que han podido capitalizar la desgracia de Haití para hacer fortuna, para decidir unas elecciones ajenas, en fin, todo eso que tanto se ha publicado últimamente y que no ha hecho más que ratificar la oscuridad del corazón de los peledeístas.

Pero no. El PLD y sus aliados, en su delirio y su convencimiento de que éste es un pueblo de tarados que no les merece el menor respeto, mucho menos explicaciones, están distrayendo la atención con esas páginas enteras y esas largas y costosas horas de radio y televisión pretendiendo salpicar a Hipólito del apestoso fango morado.

Si alguna cuota de responsabilidad tenemos por haberles permitido llegar tan lejos, ya la pagamos con creces, y todavía nos quedan largos años para terminar de pagar la deuda material y moral en que, inconsulta y despiadadamente, nos han comprometido.

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