Un refresco en el desierto



Cuando Luis Abinader gane la convención del PRM, tendremos la misma sensación de quien consigue un refresco en el desierto. Se abrirán definitivamente y de par en par las puertas a una nueva generación de líderes y dirigentes que renovarán la cara del ejercicio político, honrarán las luchas y las conquistas de las generaciones anteriores, rendirán homenaje a quienes llenaron los capítulos de nuestra historia por su apego a los ideales – cuando los había – y darán la satisfacción a los mayores que, cual padres y madres de familia, se enorgullecerán del fruto de sus esfuerzos, quedarán con la misma tranquilidad que un empresario en edad de disfrutar del resultado de sus años de trabajo que ve a sus hijos preparados para ponerse al frente del negocio, y hacerlo prosperar; tendrán el enorme alivio de constatar que no se equivocaron al delegarles el mando y la representación de lo que tanto les costó establecer, que no araron en el mar y que pueden dedicarse a otros proyectos quizás menos productivos pero sin duda mucho más gratificantes. Siempre observando a los hijos con la rabiza del ojo y con las manos listas para no dejarlos caer.

Un buen ejemplo de esto es Hipólito mismo. Puede dedicarse a la política porque hace años que sus hijos se han hecho cargo de sus empresas. Lejos de quebrarlas, las han echado hacia adelante ¡y de qué manera! Lo dice con legítimo orgullo, ha generado no poca admiración por ese logro familiar, ha ganado un gran respeto por su triunfo como padre. Que otro buen ejemplo, para no ir más lejos, es el “viejo Abinader”, como lo llaman sus amigos que lo quieren. También hace muchísimos años que sus hijos manejan sus empresas, y él vive lo que se dice en el nirvana, feliz y con todo resuelto.

Estamos ante dos casos de hombres que no se metieron en política para enriquecerse. Todo lo contrario. Fue mucho lo que aportaron cuando los partidos se mantenían de las contribuciones de su militancia, cuando los líderes y dirigentes no actuaban por codicia ni por ambición, sino por “fe, esperanza y caridad”. Todos conocemos casos de hombres y mujeres que casi dejan sus familias en la calle por su constante colaboración material a sus respectivos partidos, a cambio de nada. “Memorias venerandas de otros tiempos…”  

Aquí van mis lágrimas de nostalgia por Albert Giraldi, que tanto dio de su tiempo y su patrimonio al partido. Entre muchas otras cosas, apoyó y dio paso a los más jóvenes, eso sí, exigiéndoles arrojo, intrepidez, convencimientos, capacidad de respuesta, responsabilidad, entereza.

Los dirigentes y líderes históricos vieron nacer y crecer a Luis. No hay duda de que surgió y se formó entre ellos. Salió de las entrañas mismas de este equipo político. No es ni ha sido carga moral, ni social ni económica para el partido, todo lo contrario. Más orgullo de ahí no puede sentirse. Mejor relevo no hay.

Si entre los indignados del agonizante PRD, los hartos del incalificable PLD y mucha gente que nunca se había inscrito en partidos, hay más de un millón de ciudadanos en el padrón del PRM en tan poco tiempo, cuando presentemos al país un candidato a la presidencia de la república que transmite a la población todo lo que en verdad es y representa, serán muchos más los que se acerquen a este proyecto político. Nuevos bríos, sangre fresca, lozanía, juventud, ideas al día o, mejor, avanzadas, apertura a la diversidad. Un muchacho bien criado por su familia y bien formado por el partido.

En la convención, vota 3, por Luis, por ti.



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