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De ese número me ha llamado en más de una ocasión una tal licenciada Carmen, que no sé qué ni dónde estudió. Sólo sé que me ha voceado ladrona y estafadora a un volumen que, aunque la llamada fue a mi celular y yo estaba dentro de mi casa, en la cocina, se oyó en la calle. La tal licenciada llama a nombre de Cobros Nacionales con respecto a una deuda de una tarjeta de crédito que el Banco León me mandó a mi casa por ser cliente de La Sirena.

Ni una sola vez he dicho, ni a ella ni a nadie, que no debo. Lo que he dicho, y repetiré cada vez que sea necesario, es que no pago. Desde mucho antes que la deuda cayera en el departamento legal, por allá por el 2006 ó 2007, es más, exactamente desde la primera vez que llamaron a recordarme el pago, me están diciendo ladrona. Ya esa primera vez, lo dejaron grabado en mi secretel y mandé una carta al consejo de administración del banco diciendo que no pagaría esa deuda, entonces como de 50 mil pesos, porque insultarme valía mucho más, así que podían darse por pagados y debiéndome por lo menos una excusa, aunque deberían indemnizarme. En la civilización, esto habría sido sujeto de una demanda millonaria.

Hace tiempo que dejaron de molestarme, pero parece que al fundirse con el BHD desempolvaron y vendieron esas deudas a alguna empresa de cobros compulsivos formadas por abogados que evidentemente faltaron a muchas clases, no hablemos de su educación doméstica. 

Hoy, cuando la tipa que se atrevió a vocearme ladrona y estafadora, sabiendo de mi propia boca que es exactamente por haberme dicho eso en otras ocasiones que no pago ni pagaré, le dije que ya no teníamos que hablar más nada, que con eso que me estaba diciendo se diera por pagada y debiéndome, que había grabado la llamada y que iría al Indotel, hacia donde iré de verdad en unos minutos, de camino a la protesta ante la SCJ.

Parece que ella misma o alguna otra se dio cuenta del exceso y entonces llamó otra dizque licenciada Juana desde un número desconocido, y dejó grabado un mensaje muy diferente, dando a entender que yo, una y otra vez, me comprometía a pagar al día siguiente y no cumplía (repito que todas las veces he dicho que no pago), y que me estaba comportando como una estafadora, que lo ajeno se devolvía y que eso no era una herencia de mis padres. O sea, me dijo lo mismo, pero en otro tono, con un pequeño discurso de adorno que, de acuerdo a su mejor criterio, palia o elimina el insulto.

No recuerdo por cuántos cientos de miles de pesos, según ellas, anda la deuda, incluyendo los honorarios de esas profesionales que gastaron tiempo y dinero para aprender a violar las leyes. Ni siquiera aprendieron a identificar a los verdaderos ladrones, esas instituciones bancarias que nos meten las tarjetas y los préstamos por ojos, boca y nariz para después, a la más mínima mora, convertir nuestros compromisos financieros en bolas de nieve y conculcar nuestro derecho al buen nombre en la siete veces maldita CICLA.

Demasiada sordidez para el gusto de cualquiera. Amenazan con demandar, pero saben que no pueden. No hay absolutamente nada que obligue a pagar una tarjeta. Y en caso de que lo hubiera, antes muerta que pagarles después que me han dicho ladrona en todos los tonos y a toda hora. Ya una vez me querellé en una fiscalía y se desaparecieron por un tiempo. Ahora voy al Indotel a ver qué pasa.


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